El envejecimiento y el aumento de la población urbana tendrán importantes consecuencias a nivel global. Cambiarán nuestros servicios públicos, la infraestructura y la vivienda, lo que requerirá un diseño más inclusivo, con nuevos estilos residencial y asistencia social

Con una población mundial de más de 60 años, que se espera que se duplique con creces para el año 2050, y un aumento del 68% en el número de personas mayores que viven en las ciudades entre 2000 y 2015, su atención debe ser un factor decisivo a la hora de planificar las ciudades del futuro. Es una de las conclusiones del informe Cities Alive: Designing for ageing communities’ elaborado por la consultora de ingeniería global Arup

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Una llamada de atención a a los promotores inmobiliarios, diseñadores y autoridades locales a tener en cuenta las cuatro necesidades básicas de la población que envejece:

1- Autonomía e independencia

La movilidad, tanto dentro como fuera del hogar, es clave para mantener un sentido de independencia a medida que las personas envejecen. Sin embargo, las costosas modificaciones de los entornos domésticos dificultan el envejecimiento, al tiempo que la impredecible calidad de los servicios de transporte público puede hacer que las personas mayores duden en aventurarse a salir.

Para contrarrestar esto, las ciudades deben abogar por la creación de desarrollos compactos y de uso mixto, que permitan a cualquier persona vivir al lado de lo que necesita cada día, a través de herramientas como la zonificación o los incentivos para los propietarios privados. Un ejemplo de esto es la ciudad de Toyama en Japón, que creó zonas de fomento residencial, ofreciendo un subsidio para el desarrollo en el centro de la ciudad y en todas las áreas a 500 metros de las líneas de tranvía y del tren regional, así como a 300 metros de las rutas de autobuses de alta frecuencia.

2- Salud y bienestar

En muchas de las ciudades actuales, la zonificación y otros recursos de planificación fomentan la separación espacial de las áreas residenciales y comerciales, lo que dificulta el acceso de las personas mayores a los servicios que necesitan. Una estrategia sencilla para proporcionar mayor acceso a las instalaciones sanitarias es construirlas cerca de las paradas de autobús y las estaciones de tren. Las ciudades pueden lograr esto eficazmente si se combina con mejoras en la accesibilidad del tránsito para asegurar que todos puedan recibir atención médica cuando la necesiten. El bienestar general también puede mejorarse proporcionando espacios libres para que las personas mayores puedan hacer ejercicio, haciéndolo más barato y fácil, y fomentando la interacción social en el proceso. Ejemplo de ello es el Parque de Preussen, en Berlín, que ofrece máquinas de ejercicio al aire libre diseñadas para mejorar la resistencia y el equilibrio, llegando incluso a restringir el uso del equipo a personas mayores de 65 años.

3- Conectividad social y seguridad

Las personas mayores tienen más probabilidades de sentirse solas y aisladas, a menudo debido a la falta de interacción con la comunidad en general. Esto se ve exacerbado por los obstáculos legales y reglamentarios que limitan la capacidad de los propietarios para desarrollar habitáculos adicionales en las viviendas, lo que permitiría a la gente reducir fácilmente el tamaño o crear alojamientos para cuidadores y visitas. Las ciudades deben eliminar cualquier restricción a estos tipos de vivienda e implantar en su lugar políticas y programas que los consoliden.

Muchas personas mayores han pasado años en sus comunidades, haciendo de su conocimiento, experiencia y memoria un recurso vital en la planificación urbana. Las ciudades deben hacer todo lo posible por incluirlos, fomentando un sentido de pertenencia y orgullo por el proceso. La Junta Supervisora de Acceso en Melville, Australia, emplea la experiencia de los residentes existentes, incluidas las personas mayores y las personas con Alzheimer y demencia. Con reuniones cada tres meses, el panel de 20 personas debate los proyectos más importantes de la ciudad.

4- Seguridad y resiliencia

Muchos de los peligros a los que se expone toda la población afectan más a las personas mayores, dependiendo de su vulnerabilidad física. Desde convivir con condiciones climáticas extremas hasta hacer frente a la movilidad y la cognición reducidas, los riesgos requieren una atención específica para garantizar un entorno urbano seguro para todos. Las ciudades pueden actuar para mitigar las amenazas al entorno construido mediante la modernización de edificios existentes y exigiendo cambios inteligentes en la construcción futura.

Las intersecciones son uno de los lugares más comunes en los que los peatones pueden sufrir lesiones graves a causa de los vehículos, pero las mejoras y rediseños sencillos, como las extensiones de los bordillos, la reducción de los límites de velocidad y la adición de cruces peatonales, pueden reducir drásticamente su probabilidad.

Los riesgos para los ancianos se intensifican si se les diagnostica demencia y las comunidades deben tenerlo en cuenta a la hora de planificar nuevas áreas. Al integrar los hogares de las personas con demencia en una zona más amplia de la comunidad, formar a las empresas locales para que ayuden a responder a las necesidades de estas personas y adaptar el entorno en consecuencia, las ciudades pueden crear barrios propicios para convivir con la demencia, al tiempo que mantienen sus rutinas en la mayor medida posible.

FUENTE: Inmodiario