La apuesta por la sostenibilidad y la eficiencia energética es cada vez mayor en el sector inmobiliario español, que ha logrado posicionarse entre los diez países más comprometidos con el medio ambiente.
La evolución del sector hacia un mundo más verde puede medirse a través del crecimiento que están teniendo en nuestro país las distintas plataformas de certificación, que ponen nota a los edificios basándose en el impacto que estos generan al ecosistema y también a los usuarios de los inmuebles. Según la información publicada en el diario El Economista, España ha entrado a formar parte del top 10 global de sellos tan destacados como Leed, Breeam o Well.
El nuevo Código Técnico de Edificación obliga a todos los nuevos edificios y a los que se rehabiliten a ser de consumo de energía casi nulo a partir de mayo.
Desde la Unión Europea las indicaciones son claras. El nuevo Código Técnico de Edificación obliga a todos los nuevos edificios y a los que se rehabiliten a ser de consumo de energía casi nulo a partir del próximo mes de mayo.
El 28% de las emisiones de CO2 procede de los edificios, por lo que la actuación sobre ellos se torna indispensable para que nuestro país cumpla con los requisitos medioambientales. El diseño y las fórmulas de construcción más sostenibles en los inmuebles reportan además una serie de ventajas tanto a los propietarios como a los usuarios de estos activos. El ahorro energético en un inmueble y la reducción del gasto del agua son algunas de las principales ventajas para los propietarios de los mismos.
Ahora mismo en España operan sellos tan destacados como: Leed, Breeam Green Building Council España
Impacto en la salud
Otro de los certificados que más desarrollo está teniendo en los últimos años es el de Well, que se diferencia de los anteriores por centrarse en los usuarios del inmueble, ya queen lugar de medir el impacto del edificio sobre el medio ambiente, lo que mide es el impacto sobre la salud y el bienestar de las personas, en muchos casos, este sello es complementario con los anteriores.
FUENTE: El Economista